Cuando se cimentaba el catalanismo el gran aparejador Jordi Pujol, patentó francés que pasaron a la historia, como por ejemplo: "es catalán todo aquel que vive trabaja y paga impuestos en Cataluña". Seguro que les suena esta frase. Daba entender Jordi Pujol que para ser catalán solo era necesario querer serlo. Pero eso si, usando el gentilicio como eufemismo.
Lo que en realidad quería decir Jordi Pujol (y omitía por estrategia en los albores del nacionalismo) era que había que ser "catalanista", porque en realidad ser catalán es tan obvio que nunca ha necesitado mayor explicación. Imaginaciones que suponían grandes dosis de imaginación. Ortodoxias que convergían en un apelotonamiento único destinado a justificar todas las limitaciones históricas y actuales por la vía de un rearme moral cargado de trampas e intereses.
Los cantos a la libertad del nacionalismo eran formas de autoengaño para vestir el santo con epopeyas de andar por casa, pero obscenas cantidades de dinero (para muchos derrochadas pero para el poder invertidas) lograron su objetivo: normalizar es cambiar, es forzar, es hacer creer que lo que hay es lo que hay. Ni cuando Franco llenaba las calles de Barcelona Cataluña era franquista ni por arte de birlibirloque cuando se llenan de esteladas se convierten en independentista.
Cataluña como el resto del mundo solo quiere que el mañana sea mejor que el hoy, así de simple. Los catalanes únicamente quieren vivir mejor. Solo buscan la prosperidad, y si es siendo solidarios con otros territorios, pues miel sobre hojuelas.
Los políticos no son solo eso, pero también son administrados de nuestro dinero.
Obviemos a los creadores de fábulas y votemos a los que priorizan en el interés real de los ciudadanos.
|