Hay momentos en esta vida en que lo mejor es callarse y sobre todo debemos evitar decir lo que sentimos y pensamos en un momento de pleno "calentón".
Por este motivo no se si es hoy y ahora el momento más adecuado para dirigirme a vosotros, pero creo que igual me puede servir de terapia, ya que ahora mismo no tengo a nadie a mano para desahogarme. Y si, ahora estoy "calentita". Bueno, entiéndase ligeramente cabreada. Yo creo que el carácter que tenemos cada uno de nosotros es difícil de cambiar: puedes empeñarte en ser más flexible cuando eres más estricto que un sargento. Puedes intentar ser más optimista cuando por lo general lo ves todo más negro que el carbón. Puedes querer ser más simpático cuando con solo ver tu cara y tu expresión nadie se atrevería ni a decirte los buenos días en el ascensor.
Sí, yo también debería intentar cambiar mi carácter. No lo he hecho hasta ahora, pero aunque voy a ir en contra de mi premisa (recuérdese: decir que el carácter cuesta de cambiar) voy a proponerme a partir de hoy realizar ciertos cambios en mi comportamiento. Desde siempre he intentado ayudar, colaborar y participar en todo aquello que determinadas personas me proponían. Aunque parezca un tópico, todo en lo que he participado han sido sin pedir nada a cambio. Si lo he hecho ha sido por hacerle un favor a aquellas personas que en su momento me lo pidieron. No os podéis imaginar en los berenjenales en que me he metido por este motivo. Muchos de estos favores los he hecho a disgusto, implicando por ello dejar de hacer cosas que realmente me gustaban y me apetecían, y lo más grave y lo que más me pesa es tener que haber dejado a mi familia de lado por ese motivo.
Repito y quiero insistir en ello: que cuándo he hecho un favor a un amigo (bueno, perdón, a quienes yo pensaba que eran amigos) lo he hecho siempre sin pedir nada a cambio. También he utilizado mucho de mi tiempo participando en proyectos que en ese momento me hacían mucha ilusión. Proyectos que me hicieron sentir feliz y realizada. Se me acabó mi trabajo. Tuve promesas de que después de aquello iba a conseguir algo que realmente yo deseaba con fuerza y me hacía muchísima ilusión. Como os podéis imaginar las promesas no se cumplieron y ahora ya nadie se acuerda que el trabajo que hice y que tantos alabaron.
Os preguntareis por qué he estallado y vos por qué hago esto cae en la trampa de mi propio carácter después de hacer las gestiones que no me correspondían, pero que las he hecho como siempre para ayudar, ¿Sabes cómo me lo han agradecido? Pues he hablado con la persona en cuestión, la cual no ha tenido el detalle ni de mirarme a la cara. Me ha dejado con la palabra en la boca y la persona se ha metido en su despacho cerrándome la puerta en las narices y como os imaginareis, sin un adiós ni un gracias. Quizá sea porque a mis cuarenta y seis años voy madurando (que por cierto, ya tocaba) pero es ahora cuando veo con claridad como me han utilizado en muchísimas ocasiones durante mi vida.
Pocas personas a las que hice favores me lo han agradecido y ni tan siquiera los he tenido a mi lado en los malos momentos. ¿Y qué decir de las promesas? Bueno, ahora debería soltar una carcajada, pero es que en realidad no me apetece.
Los propósitos que nos hacemos a primeros de cada año o a la vuelta de vacaciones yo me los voy a plantear a partir de hoy. Lo de ir al gimnasio o el proponerme hacer régimen lo voy a dejar para otro momento. El propósito a conseguir a partir de hoy es dejar de ser boba y no permitir que absolutamente nadie más me utilice.
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