En este artículo nos centraremos en el dia después, el día en el que retornaremos a la rutina habitual.
Evidentemente es algo que haremos de forma gradual. Es impensable que el regreso a la normalidad se vaya a hacer de golpe: No pueden abrirse las puertas de casa y que todos los niños vayan al colegio, toda la gente al trabajo, que se reanude el cine y los conciertos, que las playas y los parques se llenen de gente.. sería el inicio de una nueva y tremenda ola de contagios y volveríamos a donde estamos ahora.
El retorno se hará, pues, de forma gradual. Y en ese retorno vamos a encontrar dos tipos de personas: Las que saldrán a la calle temerosos y observarán mil precauciones, que van a seguir llevando mi mascarilla, desinfectando sus manos con gel hidroalcohólico, observando la distancia de seguridad.. y vamos a tener a una furia desatada de gente que lleva sin ver la calle un mes y que no quiere estar ni un segundo más entre cuatro paredes. Porque no todo el mundo habrá llevado el confinamento de la misma forma. Para mucha gente es algo insoportable a lo que jamás se han podido acostumbrar, pero para otros el confinamiento se ha convertido en la nueva normalidad. Se han acostumbrado a las nuevas normas, y se han familiarizado con ese miedo cada vez que han precisado salir de casa para comprar comida. Ese reflejo condicionado persistirá en mucha gente, y les producirá algo parecido a la agorafobia, y potenciará ese transtorno obsesivo-compulsivo (TOC) que consiste en obsesionarse con los gérmenes y la higiene. Las consultas de los psicólogos van a estar llenas, porque mucha gente va a sufrir diferentes niveles de estrés post-traumático, y este será solo uno de los muchos cambios que vamos a ver en la gente.
Por ejemplo, tras recluirnos en invierno y pasarnos encerrados la mayor parte de la primavera las quemaduras solares van a estar a la orden del día. La crema solar va a estar muy demandada, y no hablemos ya de los servicios de peluquería y estética. Hombres y (sobre todo) mujeres acudirán en masa a teñirse las canas, hacerse cejas y uñas y exfoliarse a fondo. Si hasta entonces los supermercados habían sido los únicos centros a los que la gente acudía, las peluquerías van a ser la nueva meca.
En el retorno al trabajo mucha gente se va a dar cuenta de que los delincuentes les han desvalijado la oficina, ya que los despachos han quedado abandonados durante el confinamiento total y los ladrones se han puesto las botas, aunque ahora que la gente no soporta estar en su casa más de lo necesario, volverán robar en los domicilios, pues el gremio de la delincuencia nunca para.
El duelo será sentido y prolongado. Porque no podemos olvidar a la gente que hemos perdido. Tendremos un recuerdo inmediato y emotivo, un recuerdo a nivel de barrio, de municipio, de comunidad y de país, para esta generación que se ha perdido, formada sobre todo por personas mayores con las que perdemos una parte importante de nuestra propia memoria. La actual prohibición de celebrar ceremonias fúnebres llenará la agenda postpandémica con un rosario de entierros que hará a muchos mayores revivir un ambiente de duelo colectivo solo comparable al de una postguerra. Y aún así, en los primeros días vamos a seguir aplaudiendo, emocionado, aunque ya no estemos con confinados, seguiremos aplaudiendo con lágrimas en los ojos, en una catarsis de celebración y duelo, de tristeza y alegría.
Pero como no somos el primer país ni el último en pasar la crisis habremos de esperar un tiempo al mayor memorial jamás celebrado. Porque somos muchos países los que de forma escalonada sufriremos esta pandemia, desde Wu Han y el resto de China, donde todo comenzó, pasando Corea, por Italia y España, Francia, Alemania, Reino Unido, o Estados Unidos.. y todos los que vendrán después. Y cuando estos paises del primer mundo estemos lamiéndonos nuestras heridas en el tercer mundo enfrentarán esta crisis mucho más desprotegidos que nosotros. Gente que para muchos no importa tanto, porque ya estamos acostumbrados a verlos morir. Porque viden vidas que parecen irrelevantes, sumidos en la pobreza y el anonimato. Ojalá eso cambie.
Y a vuelta de un año, tal vez en el aniversario del primer caso, el mundo organizará un gran homenaje, un gran recuerdo para las para las víctimas y los supervivientes. Cuando pase un año del inicio de esta crisis el mundo intentará cicatrizar la herida mediante recuerdos a las víctimas, macroconciertos con artistas famosos de todo el globo, homenajes a médicos, investigadores, una sensación de comunión, de solidaridad, de unidad global.. porque esto esto va a cambiar la forma en que nos relacionamos entre nosotros. La forma en que todos nos sentimos parte de un mismo mundo. Será una oleada de unidad que dará una vuelta de trescientos sesenta grados a este planeta nuestro.
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