Reconozco que soy animal de asfalto. Durante una de las etapas de mi vida viví en una preciosa casita unifamiliar en una urbanización en medio de la montaña. Sí, como Heidi, pero sin abuelo y sin ovejas. Una casita en plena naturaleza sin vecinos que me molestasen con sus gritos y sus zaplateados a deshoras, con zona de barbacoa y una preciosa piscina.
Si. Todo parece a priori muy idílico. Vamos a romper la preciosa escena.
Invierno. Yo en la preciosa casita de la montaña. Afuera un frio pelón con unos cinco grados menos que en la ciudad. Las ocho de la noche. Vas a hacer la cena y te das cuenta que no has comprado el pan, o que te has quedado sin aceite. Y, pues si, es entonces cuando aquí aquí la susodicha (que para estas obras de tenia puesto el pijama y las pantuflas) se tenía que poner las bambas y cualquier cosa por encima del pijama y ¡venga, a la calle! y como la casa estaba en el cerro del Guruguru, tenía que coger el coche e irse al pueblo claro eso en el caso de que no fuera muy tarde, porque si no había que ir a la gasolinera más cercana a comprar aquello que te hubieras olvidado. Entonces era cuando me entraban ganas de coger la preciosa casita de la montaña junto a su piscina y quemarla en su preciosa barbacoa.
Fue justo esto lo que me llevó a volver a vivir a la ciudad. Me encanta salir de casa y ver gente en la calle y ver tiendas.. la comodidad de tenerlo todo, todo lo que quiero comprar a mano, ya que los 'paquis' no cierran nunca y tienen además de todo. Claro, la contrapartida tener que vivir en un pisito pequeño, oír lo que hacen los vecinos y además que ellos también oigan lo que hago yo.
Claro, pero también también es necesario desconectar de la ciudad y por eso este pasado domingo me fui a pasear a la montaña. Bueno, pedón, intenté pasear por la montaña.
Me puse mis banbas de montaña, mi pantalón de montaña, mi jersey de montaña, me peiné para ir a la montaña, pero al llegar a la montaña sólo ví una marabunta de gente. Si en Barcelona hay aproximadamente una población estimada de un millón setecientas mil personas, en las zonas de montaña donde fue a pasear habrían, pues eso.. todos. Ahí estaban todos. No se podía dar un pasó. Caravana de coches pintando por que el colapso era monumental. Personas con aquellos palos que ahora todo el mundo lleva cuando sale a caminar. Familias enteras con papás, mamás, niños, abuelos, perros, gatos.. En la zona normalmente suelen verse jabalíes, pero creo que los pobres están trasladando a otras zonas del continente europeo después de la avalancha de gente que han visto durante estos últimos días.
Supongo que algo de verde habría en la zona, pero ante la situación lo que creí más conveniente fue volver a casa y ponerme en la televisión el National Geographic, si lo que queria era tener un domingo rodeada de naturaleza y de tranquilidad.