Me encanta navidad. Tengo que reconocerlo.
Estos días sale mi yo más niña y disfruto dando de comer al Caga Tió durante dias.
Disfruto decorando la casa y dejando a mano las panderetas por si en algún momento me apetece cantar villancicos, y lo que me apasiona es decorar el árbol de navidad.
Mi casa y en particular mi comedor es muy pequeñito, pero mi arbol de navidad no falta cada año. Reconozco que suelo pasarme con el tamaño del mismo. Reconozco que diariamente tengo que oir '¡jolin con el árbol no podemos ni pasar!' Y cada vez que pasan (porque pasan) me tiran la mitad de las bolas. ¡Pero que bonito qué queda cada año!.
Siguiendo con este entusiasmo navideño también me gusta pasear por las calles decoradas de mi ciudad, Barcelona y como ya es tradición disfruto viendo el horroroso pesebre que la alcaldesa comunista de Barcelona pone en Plaza de San Jaime.
Paseando con mi hija pequeña por el centro de Barcelona recordé que a mi padre le gustaba llevarme a la capilla de Santa Ana, situada como ya imaginareis en la calle del mismo nombre.
Por situaros, esta capilla está pocos metros de la Rambla de Barcelona. Es una capilla cuya construcción se inició en mitad del siglo XII. Su arquitectura es romano-gótica, haciendo honor al barrio donde está situada, realmente preciosa (bueno, o yo así la recordada).
Pues decidí con ilusión llevar a mi hija. No me sorprendió demasiado ver que en la entrada de la capilla habían sentados en el suelo varios jóvenes, la mayoría marroquíes, y como es costumbre en ellos con sus zapatos quitados y sus pies al aire. Ya es habitual en la mayoría de ciudades a personas tiradas por el suelo, tiradas en los bancos y de ahí que no me sorprendiera demasiado verlos sentados a la entrada de una capilla.
Cuando entramos en la misma, mi hija de cinco años y yo nos miramos y simultáneamente nos tuvimos que tapar la nariz, el hedor era insoportable. Y cual fué mi sorpresa al ver que la capilla de Santa Ana estaba repleta de jóvenes de diferentes etnias, que la capilla se había transformado en un comedor, puesto que los bancos los habían retirado y habían mesas. Pero lo peor fue ver cómo habían dispuesto un servicio de peluquería para los jóvenes que allí estaban.
Para que os hagais una imagen de la situación: jóvenes inmigrantes sentados en el suelo de la capilla, otros haciendo cola para cortarse el pelo, mesas en lugar de bancos y el olor insoportable. Y mi hija y yo de pie, siendo observadas por todos como si hubiéramos entrado en un lugar en el que nos era prohibido estar.
Salí totalmente contrariada y profundamente triste. En la salida coincidió con una señora que lleva un dorsal con la palabra 'voluntaria'. Le pregunté qué estaban organizando exactamente en el interior de la capilla. Y sí, lo que imaginaba: comida de navidad y corte de pelo para la pobre gente necesitada del barrio.
Se me ocurrió por un momento hacerle una pregunta. ¿Antes de cortarles el pelo y darles de comer no seria prioritario dotarlos de ropa limpia y algo de higiene? Pero claro, es que es navidad y a las personas necesitadas se les tiene que hacer partícipes de estas fiestas y que no se sientan excluidos. Pero ¿y los demás? ¿no podemos entrar en navidad en una iglesia?
Y de aquí mi reflexión. ¿Por qué la gente es más hipócrita en navidad que en el resto del año? ¿Será que ya es parte de las fiestas navideñas?
Vamos a ver. Estos días se organizan un montón de comidas para gente necesitada con los mejores manjares. Grandes chefs se ofrecen para realizar menús de restaurantes de cinco estrellas.. ¿Y por qué solo esto se hace en navidad?. El resto del año estas personas también tienen derecho a comer en condiciones, a vivir en condiciones y a sentirse queridos.
¿Cuantas veces al año se hace la gran recogida de alimentos? No lo sé, pero si hay más de una, que no lo sé, la más mediática es la que se hace a principios de diciembre. Esta campaña de recogida de alimentos se basa en recoger el máximo de kilos de comida en los días que dura la campaña, generalmente son tres días.
Claro. Los humanos, ricos o pobres, tenemos la mala costumbre de comer diariamente y por mucho que se recoja en estos tres días lo recogido no puede abastecer más de unos meses las reservas del banco de alimentos.
Las personas que colaboran aportando comida a esta campaña sienten, en su mayoria, un bienestar emocional por haber colaborado con una buena causa. Claro, como es navidad todos somos más generosos y mejores personas. Pero las personas que con su buena voluntad aportan arroz, aceite.. etcétera, ¿piensan realmente que con esta aportación puntual todo el problema subyacente se ha resuelto? ¿Cuántas de ellas hacen esta misma aportación en otra época del año qué no sea navidad?
Bueno, siguiente reflexión. Hay un geriátrico (o cómo queda mejor decir: residencia para mayores) por la que suelo pasar, que tiene unos grandes ventanales en los que desde la calle puedes ver a los abuelitos en el comedor y ver la sala en la que pasan sus ratos durante el día. Y el día de nochebuena por la tarde pasé por delante y ví que estaba actuando un grupo de jazz. Mi sorpresa, aparte de ver una actuación que anteriormente nunca habia visto, fué ver la cantidad de chavales jóvenes que estaban acompañando a los abuelitos.
Como soy un pelín chafardera (o mucho, no se) entré en la residencia.
La verdad, el grupo de música era buenísimo, y hablando con los jóvenes que estaban por allí le comenté a uno de ellos '¡qué bien que tu abuela este hoy pasando este buén ratito!'. Me contestó que la señora no era familiar suyo y que estaba allí con sus compañeros de clase porque ir a una residencia de ancianos en fechas navideñas era parte de una asignatura extraescolar del colegio. La siguiente pregunta a este joven tendría que haber sido ¿a tus abuelos cuánto hace que no vas a verlos?
Pero bueno, insisto: Me encanta la navidad, pero la verdadera navidad. Aquella en la que disfruto y comparto con aquellos que quiero y cuido todos los días del año. Días en que intento inculcar a mis hijas el verdadero sentido de esta tradición, más allá de los regalos y la ya mencionada hipocresía. Y días en los que también pido para mí algún regalillo a los reyes magos. ¿Mi preferido? Baltasar.
Venga, que este año he sido muy buena.
.