Un día de otoño los catalanes acudieron masivamente a las urnas para votar. Lo hicieron festivamente y con alegría. Estaban ejerciendo su derecho a decidir. Habían vivido durante años bajo la sombra gris de una dictadura, y por fín podían alzar su voz para opinar.
El referendum les permitía votar "Si" o "No", pero la forma de votar de este pueblo dió un caracter propio al resultado. Los catalanes no solo dijeron si, como la mayoría de españoles, sino que dieron un SI más contundente que la media de sus compatriotas. Y no solo en la proporción de su respuesta afirmativa se hicieron notar, sino que pudiendo mantener su participación en la media nacional, la superaron ampliamente. La respuesta fué notoria e inequívoca.
Habían votado SI a esa España postfranquista. Habían ejercido su derecho a decidir. Habían votado y habían ganado.
Ese es el día que se conmemora el 6 de diciembre. El principio de la ilusión, del contrato común rubricado por nuestros padres (por eso hablo de ellos en tercera persona) para que sus hijos tuviesen un marco de convivencia que les protegiese de futuras tiranías.
Hoy los nietos de quienes ganaron la ya entonces lejana guerra civil (Puigdemont, Marta Pascal, Lluis Llach y tantos otros que cambiaron el nacionalismo español por el catalán y la Falange por Convergencia o Esquerra) quieren volver a llevarnos a la sombra gris del nacionalismo excluyente, al monolingüismo y la cultura dirigida impuestos desde un régimen fascista, al proteccionismo y el aislacionismo que alza muros entre nosotros y nuestros sueños.
Por eso niegan sentirse obligados por la constitución que votaron sus padres, como niegan el daño que inflingen y el caracter totalitario de sus métodos e ideología, como quien niega el holocausto, el cambio climático o la violencia de género.
Pero la constitución que votaron mis padres me obliga también a mi, como lo hace la carta de derechos humanos que tampoco voté por el motivo peregrino de no haber nacido aún.
Y por eso hoy más que nunca es un día para reconocer la importancia de lo que varios grandes hombres, de todos los puntos cardinales de nuestro país y dotados de sentido de estado, hicieron posible al aparcar sus diferencias y su tacticismo político y actuar para no dejar escapar aquella ocasión única de lograr no solo la paz, sino también la convivencia para aquellos a los que representaban.
Miro a los políticos de hoy, especialmente a los líderes que encabezan la mayoría de formaciones, y palidecen en comparación.
Se demostró hace 41 años que éramos capaces de algo más. Es necesario que lo volvamos a demostrar.
Por nuestra constitución.