A más de uno le puede haber sorprendido la triste polémica de los insultos al diputado nacional de ERC Gabriel Rufián por parte de numerosos nacionalistas. Sin embargo no es algo de ayer, ni de anteayer. Es la última constatación de un fracaso, el fracaso de un experimento que ha durado seis años.
Todo empezó en 2013, al calor del "procés" diseñado por Jordi Pujol pero puesto en marcha entonces por Artur Mas. Esquerra Republicana de Catalunya era muy consciente de que Cataluña jamás se separaría de España sin los votos de los hispanohablantes, pues son más de la mitad de la población. El sueño de un país monolíngüe ejemplificado por Joan Puigcercós (que se negaba a responder en español a un catalán hispanohablante y decía que así "le estaba haciendo un favor") se esfumaba por momentos, por lo que decidieron crear un experimento a largo plazo. Un vivero en el que pescar votantes hispanoparlantes para la causa separatista. Nuevos argumentos, al margen de la lengua y la sangre, que convenciesen a los charnegos (un vocablo que significa "perro" o "mestizo" y con el que el nacionalismo identifica a los catalanes venidos "de fuera"). Tal vez incluso pudiesen conseguir un líder charnego carismático y competente con el que arrastrar a las masas hispanohablantes y lograr la mayoría que les permitiese construir su nación catalana. Una nación en la que el idioma Español, evidentemente, no sería lengua oficial. Ese experimento se llamó "Súmate".
Gabriel Rufián llegó a "Súmate" siendo el alumno aventajado de Eduardo Reyes, un hombre limitado cuyo único mérito era ser andaluz y defender el nacionalismo catalán, por lo que cobraba (y cobra) su buen dinero. Rufián supo aportar juventud y locuacidad, aparte de una actitud que cuadraba con su apellido y con lo que un nacionalista espera que sea un "españolazo" de libro. Su indudable energía le hizo superar a su maestro en las filas de "Súmate", de donde pasó a Esquerra. Allí formó un inesperado dúo con Joan Tardá y su locuacidad irrespetuosa y sus modos de sicario le granjearon protagonismo. Nunca fué el más espabilado (sus tuits se cuentan por "zascas") pero sí el más combativo, cosa que divertía e incluso animaba a las bases de ERC. Rufián era el azote del enemigo, capaz de llamar "fascista" a su interlocutor sin pestañear, sin dudar, sin saber siquiera el significado de dicha palabra.
Pero tal vez ni la misma historia podrá desvelar si Gabriel Rufián se movía solo por afán de medrar o si realmente había creído los argumentos con los que el nacionalismo le había seducido. Porque ya hace algunos años empezó a sentirse más que incómodo en algunos mítines de su partido en los que (ya sin máscaras) se hacían demasiadas referencias a la lengua única y a las características hereditarias de los irrecuperables españoles. No obstante, el ya diputado español aguantó. Por el sueldo que cobra, bien se puede aguantar.
Fue entonces cuando se produjo el intento de golpe de estado, que le pilló en Madrid, a salvo de cualquier implicación con consecuencias penales, pese a que posiblemente su tuit de las "155 monedas de plata" fuese uno de los detonantes de la DUI del acorralado Puigdemont. Momentos convulsos que dieron paso a la fuga de muchos compañeros y a la prisión de otros.
Quim Torra llegó al poder. Y el disfraz de tolerancia se resquebrajaba. La asociación "Súmate" tenía que comulgar con ruedas de molino al recibir entre sonrisas y apretones de mano a su presidente, el mismo que decía que "no es natural que los niños catalanes hablen español", el que escribió que los españoles eran "bestias parlantes con forma humana" y que los catalanes no nacionalistas tenían "una tara en su ADN". Pero tranquilos, que "Súmate" tiene buenas tragaderas. Al fin y al cabo su fundador, Antonio Baños, no dudó en insultar a Colau por hacerse Youtuber hablando en español. "No por eso es cosmopolita", afirmó Baños, "sino cosmopaleta".
Y fue por aquél entonces cuando los efectos terapéuticos de la reclusión de Oriol Junqueras hicieron mella también en Gabriel Rufián. El diputado, español e hispanohablante al fin y al cabo, probablemente escuchase con agrado las nuevas palabras de su jefe. "Yo amo a España", decía Junqueras, a la par que imprimía un giro progresivo hacia el autonomismo y hacia ese inteligente sentido común que los convergentes habían abandonado. Al parecer esa nueva moderación, ese halo a lo Nelson Mandela, fue muy del agrado del (aún) joven diputado, que empezó a hacer suya esa actitud conciliadora.
Los nacionalistas de su propio partido se lo echaron pronto encara. "Ese no era el mandato del pueblo", decían "No tenemos que enterarnos de estas cosas por ti, en español y desde Madrid".
Parecía una cuestión menor. Al fin y al cabo el giro al autonomismo de Junqueras había provocado divisiones e incluso la aparición de una facción discrepante, el "Moviment 1 d'octubre". Pero por algún motivo le insultaban a él, no a Junqueras.
Rufián mantuvo esa actitud "razonable". Y en un momento concreto expresó lo vergonzoso que le parecía que la generalitat siguiese subvencionando al Institut Nova Historia, una entidad de pseudohistoriadores que afirmaba cosas como que Colón, Shakespeare y Leonardo Da Vinci eran catalanes, o que defendía la existencia de un antiguo "Imperio Universal Catalán". Aquello no hizo ninguna gracia a gurús del "procés" y miembros de la entidad como Cucurull y Bilbeny, y ponía en cuestión el "pasado milenario y glorioso" de un imperio inexistente.
Pero ahora, al proclamarse la selección Española de Baloncesto campeona del mundo, Gabriel Rufián ha sido uno de los que ha felicitado al equipo por sus logros. Y eso ha sido demasiado para mucha de esta teórica "gent de pau" (gente de paz), que considera que al enemigo "ni agua". El nivel de los insultos y descalificaciones recibidos por el diputado de sus propios compañeros nacionalistas supera con mucho cualquier ofensa que haya podido recibir de sus rivales políticos. Y como ocurre cuando los ánimos se calientan, los reproches ilustran la auténtica mentalidad de quienes le vilipendian: "Charnego", "Botifler" (Traidor).. le insultan por ser Español, por hablar Español, por no tener sangre Catalana. Le prometen que "le enterrarán fuera de los muros de la ciudad".
Probablemente Rufián no lo entienda. Al fin y al cabo solo está haciendo lo que hace su jefe, Oriol Junqueras. Solo imita el proceder del "Mandela catalán" que pasó de cuestionar la genética de los españoles a ejercer de puente de reconciliación. ¿Por qué a Junqueras no lo insultan y a él sí, si ambos expresan las mismas ideas?
Pero es que Junqueras es catalanoparlante y Rufián habla español. Junqueras tiene sus ocho apellidos catalanes en regla y Rufián no encaja desde el primero. Junqueras es un catalán puro.. y Rufián solo un charnego.
Seguramente seguiremos viendo a Rufián defendiendo el nacionalismo, y seguramente volveremos a verle con su camiseta de "orgullo charnego", posiblemente algo tan estúpido como ver en el Bronx a un afroamericano con una camiseta que pusiera "orgullo negrata" o "ciudadano de segunda".
Pero la forma en que el nacionalismo trata a sus "tontos útiles" no puede ni debe pasar desapercibida para aquellos catalanes hispanoparlantes, ni para aquellos hijos y nietos de inmigrantes que pensaron que el nacionalismo podía llegar a ser inclusivo. Nunca serán aceptados como ciudadanos de pleno derecho. A la primera discrepancia, su legitimidad será siempre puesta en duda. Es el principio del fin del independentismo charnego.