Por fin una decisión acertada en la cúpula nacionalista.
No importa si es por que finalmente el sentido común ha vencido a las ganas de hacer campaña, si es por que la escasez de inscritos junto a la meteorología adversa dibujaba una jornada nacionalista muy deslucida o si es que los líderes secesionistas no quieren arriesgarse a que se les responsabilice de la más que probable ola de contagios que estaban a punto de provocar. Lo importante es que han tomado la decisión correcta y cancelan todas las convocatorias reivindicativas y mantienen únicamente el homenaje a Rafael Casanovas.
Lo importante es que van a salvarse muchas vidas.
El "frenazo"
La Generalitat ha decidido in extremis paralizar ese centenar largo de manifestaciones previstas para este 11 de septiembre que pretendían utilizar las universidades y los organismos del "malvat estat espanyol" en Cataluña como bastión para su campaña de presión contra el gobierno y el inicio de otro "otoño caliente". Unas manifestaciones que previsiblemente conllevarían no solo un riesgo evidente para la salud de los congregados sino también más enfrentamientos, vandalismo y crispación en un momento en que las preocupaciones de los ciudadanos de Cataluña están en otros temas, como mantener la salud, no perder el empleo o recuperarlo si ya se ha perdido, por lo que volver a arruinar la convivencia rodeando instituciones, cortando calles y quemando contenedores para protestar por la más que probable inminente inhabilitación de Torra no parece algo que vaya a entusiasmar a la gente.
Admitámoslo, el respaldo que tiene Torra no es el que tenía Puigdemont. El expresidente huido aún conserva una pátina de romanticismo para algunos pese a su cobarde huida por los Pirineos y pese a que media Europa le ignora y la otra media se ha reído de él. Pero algo tiene, sea su portentoso flequillo o la capacidad de chapurrear los mismos disparates en cinco idiomas distintos. El caso es que en numerosas ocasiones los nacionalistas han reivindicado su figura al grito de "presidentlegítim" o "tots som Puigdemont". Sin embargo es mucho más difícil oír a un nacionalista decir algo así como "todos somos Torra". Al fin y al cabo estamos hablando de un gobernante mediocre que ha llamado en numerosas veces a la violencia reclamando la "vía eslovena", que ha llamado a los no catalanoparlantes "bestias con forma humana que beben odio" (por escrito y firmado), y que frente a las óperas que frecuenta Puigdemont por Europa prefiere la feria del cistell (canasto) o de la ratafía, y que lejos de enfrentarse a prisión o al "exilio" (las comillas son obligadas) se acoge a un delito que le permita ir de víctima sin tener que pisar la cárcel y sin tener que seguir en el trabajo, dos condiciones que él mismo y su señora han manifestado desde el día uno. Es por ello por lo que ha cometido el delito más burdo y evidente como es violar el principio básico de neutralidad en los organismos públicos durante una campaña electoral, un principio sagrado para cualquier líder político europeo porque lo aprenden en primero de democracia. No, Quim Torra no es alguien con quien la mayoría de los independentistas catalanes quiera que se le identifique, y su mera existencia al frente de la institución solo tiene sentido en el contexto de no hacer sombra a Puigdemont, cosa que el expresidente fugado ha conseguido, a diferencia de su antecesor.
Y es por eso que este 11 de septiembre podría ser, por primera vez en muchos años, un día tranquilo. Con la dispensa otorgada por la Generalitat los nacionalistas podrán por fin disfrutar de este puente como lo que es, una ocasión para gozar (con precaución, mascarilla y gel) de las bondades que ofrece nuestra tierra sin tener que quemarla, cubrirla de banderas o realizar marchas coreografiadas con precisión norcoreana.
El "derrape"
Sin embargo no puedo dejar de pensar que cuando se frena así, a tanta velocidad y tan cerca del peligro, a menudo se derrapa. Y tampoco puedo olvidar la estrategia habitual de los CDRs, acostumbrados a acompañar a las manifestaciones pacíficas-alegres-festivas hasta que los organizadores las concluyen o desconvocan, gesto que toman como aviso para iniciar la violencia sin que a los organizadores se les pueda acusar de nada.
¿Será así en esta ocasión? ¿Nos encontraremos como otras veces ante una desconvocatoria-trampa? ¿Tendrán lugar este 11 de septiembre actos vandálicos "espontáneos"? Estará Torra guiñando el ojo a los CDR, a "su familia y amigos" como el les llama? ¿Se retirarán los capitostes nacionalistas de las calles para que las tomen sus feligreses? ¿Reaparecerá ese "Tsunami Democrátic" que atacó fieramente el otoño pasado y se replegó, obediente, cuando Esquerra emplazó su mesa de negociación con Pedro Sánchez? Esperemos que no.
Que sea, insisto, un día tranquilo. Y esperemos asimismo que el próximo 12 de octubre tanto los catalanes como el resto de españoles pongamos también el sentido de la responsabilidad por encima de celebraciones y reivindicaciones para centrarnos en lo mejor de nosotros mismos, cuidándonos y poniendo todo nuestro esfuerzo en capear esta crisis y en levantar el país, da igual si lo llamamos España, Cataluña o la república de Ikea. Lo importante es dejar de destruirnos a nosotros mismos mientras un virus que no entiende de fronteras nos ataca a todos por igual.