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Saludos a todos y bienvenidos a “Encuentros en la Tercera Frase”. Hoy contamos con el testimonio de una valiente mujer. Procedente de una familia humilde, conoció la pobreza, la guerra y la muerte, pero también el amor y la esperanza, y contra toda probabilidad, dió origen a quien llegaría a ser president de la generalitat de catalunya y caudillo del régimen separatista: Tengo conmigo al espíritu de Manuela Ruiz, la abuela de Carles Puigdemont.
- Hola, Manuela. Encantado de conocerla.
- Bon día, Hosé. La verdá es que no se que decir.
- Yo sí que no sé que decir. Esperaba encontrarme una venerable anciana, pero es usted una mujer joven.
- Bueno, no tan joven, morí con treintaycuatro años.
- ¿Entonces no conoció usted a su nieto?
-¡Jesús! ¡Qué más hubiera querido! Pensé que ninguno de mis hijos sobreviviría, no hablemos ya de nietos..
- Me llama la atención su acento. Es usted de origen andaluz, ¿Verdad?
- Si, aunque tengo un poco asento de todas partes, de almería, de Jaén y desde luego de Barcelona.
- Esplíqueme un poco su vida.
- A ve.. Mi padre, José Ruiz, era de almería, y mi madre, Joaquina, de las Cuevas de Vera, pero tuvieron que irse de almería por la crisis de las minas y se vinieron pa la Carolina, donde las minas de plomo aún funcionaban. Allí nací yo, en la Carolina.
- Estamos hablando de 1905.
- Eso es. El siglo veinte recien puesto, podríamos decir. Y no nos imaginábamos la que se nos venía encima.
- ¿Cómo fué su infáncia?
- Dura. Las minas de la Carolina tampoco aguantaron, así que mi hermana mayor se vino p'a Barcelona buscando una vida menos mala, y yo me vine con ella con diez añitos.
- Sería duro, con diez años, sus padres, en una ciudad con otro idioma..
- Duro era, porque echas de menos tus cosas, pero cuando eres niña sueñas con el futuro, y Barcelona era el futuro. La gente era amable y acogedora y no te regalaba nada, pero si trabajabas tenías tu recompensa, y eso no pasaba en todas partes. Respecto al idioma, nunca hubo problema. En aquella época habríamos veintemil andaluces en Barcelona. La mayoría intentábamos aprender algo de catalán, aunque los catalanes nos hablaban en español si veían que no les entendíamos. Siempre fueron muy acogedores, nunca tuve problemas con eso.
- Entonces ¿tuvo oportunidad de desarrollarse y realizarse en Barcelona?
- A ver, yo era una mujer, a ver, una niña. En 1921 tenía dieciseis años. Con esa edad podía trabajar ayudando a mi hermana, pero en esa época una mujer solo tenía la libertad que le dieran sus padres y después la que le diera su marido.
- ¿Su marido fué bueno con usted?
- ¡Mi Carles! Clar que sí.
- Carles Casamajó i Ballart, figura en su biografía.
- Si señor. Un catalán con todos sus apellidos, y un buén hombre. Casarme con él fué lo mejor que me pasó en la vida. Y creo que sería lo mejor aún sino hubiera pasado todo lo que pasó después.
- ¿Qué pasó despues?
- Que se acabó lo bueno. Todo el futuro que construíamos entre todos con nuestro esfuerzo y nuestro trabajo... todo se vino abajo. La guerra, ¿Sabe usted? en el treinta y seis.
- Tendría usted...
- Treintayun años... recuerdo ese año como si fuera ayer.. yo embarazada. Y aquél caluroso verano, mientras sonaban en la radio las noticias del golpe militar contra la república.
- El golpe que fracasó.
- El golpe no triunfó, pero tampoco fracasó. Ojalá hubiera fracasado.. o triunfado. Lo malo de los golpes es que a veces se quedan en medio, ni fracaso ni triunfo. Y a eso se le llama guerra civil. Y eso es lo peor que hay. Porque tú intentas vivir tu vida y construir un mañana, y de repente hay buenos y malos y patriotas y traidores, y gente en la calle enfadada con sus hermanos y levantando banderas, y nadie pidió nada de eso, pero todos los sufrimos.
- ¿La guerra civil?
- No solo la guerra. La pobreza. las enfermedades. Yo ya tenía dos varones, pero mi Nuria vino al mundo el año que España se venía abajo.
- Me ha mencionado usted lo que les pasó a sus hijos.
- Tres ángeles. Los Casamajó Ruiz eramos una familia muy feliz hasta que llegó la enfermedad. Primero fué la meningitis. Ese demonio se llevó al mayor.
- Lo siento mucho, Manuela.
- Gracias por su amabilidad, pero no puede usted saber lo que se siente si no le ha pasado. Después fué la tuberculosis. Ese demonio se llevó al mediano.
- ¿Solo le quedó la mequeña?
- Mi Núria.. tán pequeñita.. no pude verla crecer.
- ¿Cómo? Tengo entendido que sobrevivió...
- No, señor.. Yo. La siguiente fuí yo. El demonio me llevó a mí cuando mi niña solo tenía tres años. ¿Quién iba a cuidar de ella? Por eso le he dicho antes que no pensé que fuera a sobrevivir.
- Menuda historia... Usted tenía una vida, y de repente...
- De repente nada. Fin de la historia. Eso es la guerra. Olvídese de heroes y glorias. Eso es lo que es. Una vida rota. Hay jóvenes que sueñan con la guerra. Yo no sé por qué. Les llenan la cabeza de tonterías. Cuando la han vivido ya es otra cosa.
- Pero no fué el fin para su familia.
- Y doy gracias. Porque mi Carles era el siguiente. A él no lo buscaba la enfermedad, sino el demonio de la guerra, así que hizo lo que yo no había podido hacer.. huyó de su demonio. Huyó de Barcelona y cogió la ruta hacia Francia. No pudo ver crecer a nuestra Nuria, pero le escribió muchas cartas. Ese fué todo el contacto que mi niña tuvo con su padre hasta su última carta. Fué de un campo de refugiados a otro, y dejó de contactar en 1943.
- Qué desolador. Parece un milagro que su hija sobreviviera para ser la madre de Puigdemont.
- ¡Pero me alegré tanto! Mi nuria se hizo administrativa y se casó con el pastelero de Amer, Xavier Puigdemont. Al principio el apellido me sonaba a francés ¿sabe usted? Puig-Demont. Y con él pudo ser feliz. Eran una familia trabajadora, los Puigdemont, y el padre de Xavier tampoco lo había pasado bién. Con la guerra poca gente lo pasó bién.
- ¿Qué le sucedió al otro abuelo de Puigdemont durante la guerra?
- Pues casi lo mismo que a mi marido. Los dos tuvieron que huir a Francia.
- ¿Le perseguían los Nacionales?
- No. El fué llamado a luchar por la república.
- ¿Y no quiso?
- ¿Y quién querría? ¿Querrías tú ir a una guerra?
- No. Disculpe, Manuela. no he pretendido ofenderla.
- La guerra te pilla donde te pilla. A Francesc Puigdemont le tocó en el bando republicano y tenía que ir al frente, y él ya se veía muerto, así que hizo lo que tuvo que hacer y cruzó los pirineos en el treintaynueve. Curiosamente fué el año que yo morí, y el mismo año en que mi Carles cruzó los pirineos.
- Quién sabe. Tal vez los dos abuelos de Carles Puigdemont se conocieron cruzando los pirineos.
- Tal vez. Cuando me enteré de que mi nieto los había cruzado huyendo de Barcelona no pude evitar acordarme de los dos. Mi nieto es parte de ellos. Lleva el nombre de uno y el apellido de el otro. Huir por los pirineos es como una tradición familiar. Debería hacerlo aunque no le persiguiera nadie.
- Es que no le perseguía nadie.
- ¿Entonces por qué huía? ¿No había guerra?
- No hay ninguna guerra, y esperemos que no la haya nunca. Su nieto sabía que había desobedecido una ley española y sabía que íban a juzgarle.
- ¿Pero no corría peligro su vida?
- No. la pena de muerte no existe en España.
- Bueno.. a su abuelo paterno sí huyó de la guerra. No confiaba en que los republicanos ganasen. El problema es que la policía lo detuvo en plena fuga.
- ¡Hala, como a su nieto! ¿Y lo detuvieron?
- Le dieron a elegir. Volver a su casa o a la zona nacional.
- Y volvió a Girona.
- No. Eligió ir a Irún.
- ¿A Irún? ¿Por qué?
- Era zona nacional. Ya había sido conquistada por Franco y allí la cosa estaba más calmada. De allí viajó a Pamplona, y con la ayuda de un cuñado que era cura pudo llegar a Ubrique, en cádiz. Allí un amigo pudo enchufarlo en el penal de Burgos. Francesc Puigdemont estuvo encargado de dar de comer a los presos republicanos. No le iba mal. Tenía un buén sueldo. Tanto que acabada la guerra llamó a su mujer y le dijo que por qué no se iban todos a vivir a Burgos.
- ¿El abuelo de Puigdemont quería que toda la familia se mudase a Burgos?
- Pues sí. Pero su mujer, María, era dura de roer, y dijo que de Amer no se movían. Así que en el 1940 el pastelero volvió a su pastelería. El regreso fué todo un acontecimiento. Francesc entró en Amer con su uniforme de la falange..
- ¿Se hizo falangista?
- Si tenias que ser de algo, tenías que ser falangista. Francesc trajo uniformes para sus hermanos. Allí había que afiliarse sí o sí. El primo de Francesc, de quien consiguieron la pastelería, era el jefe de la falanje de Amer. Y el padre de Francesc, José Oliveras, fué distinguido como Caballero de España. Otro hijo de Francesc, también huido a francia, fué llamado a participar en la batalla del Ebro en el bando republicano, pero aprovechó el momento oportuno y se pasó a los nacionales. La verdad es que más franquista no se podía ser.
- Parece increible que su nieto haya salido independentista.
- ¡Puigdi! Le dió por ahí. Se hizo antifranquista con doce años cumplidos. Iba por ahí con su bata de colegio y en ella llevava el lema "Queremos estatut".
- Eso sería..
- En el 74. En 1974.
- Franco murió meses después. El antifranquismo le duraría poco.
- Bueno, con la democracia se calmó un poco, pero siempre estuvo ahí. Pero en el 1979 vió su primer mítin de Jordi Pujol, y se afilió a Convergencia.
- Sé que es una cuestión delicada, pero ¿Qué opina de las ideas de su nieto?
- ¡Ay, Jesús, dios mío! me temía esta pregunta. Verá.. no entiendo por qué mi nieto piensa como piensa. Yo morí antes de poder enseñarle nada a mi Núria, así que mi nieto no ha aprendido nada de su abuelo Carles, aunque lleve su apellido, ni de mi, aunque lleve mi sangre. Yo creo que ese rencor se lo metió dentro el tal Pujol. Mi nieto antes no era así. Puigdi de niño quería ser astronauta ¿Sabe?. A veces los sueños de un niño tienen más sentido. Cuando en 2013 le oí decir en una asamblea de la ANC "Los invasores serán expulsados de Cataluña". Pensé en mi padre, José Ruiz, de andalucía, que nos envío a mi hermana y a mí a trabajar por un futuro. ¿Eramos invasores? También pensé en mi Carles, que nunca nos vió como extranjeras, y en su otro abuelo, Francesc, que recorrió España entera y que quiso traerse a toda la familia a vivir a Burgos. Mi nieto acabó siendo catalán por casualidad, como podría haberse criado en Pamplona o en Ubrique, en la tierra andaluza que vió crecer a su abuela.
- Es una lástima que usted o su marido no puedan ya habñar con él.
- Yo aún no puedo, pero mi Carles si, ¿Sabe usted?
- A ver, Manuela. Esto es un programa de ficción..
- ¡No, si se lo digo en serio!. El abuelo de Puigdemont, Carles Casamajó, tiene muchas cosas que enseñarle, y puede hacerlo. Mi hija núria tiene sus cartas, pero nunca se las ha dejado leer a sus hijos, y no lo hará hasta que muera. Es doloroso para ella y cree que no lo entenderían, pero yo estoy segura de que sí. Entonces mi nieto entenderá muchas cosas que hoy no entiende, y seguramente cambiará su forma de pensar.
- ¿Y no podría adelantarnos nada de lo que dicen esas cartas?
- No puedo. Tengo que respetar la voluntad de mi hija.
- Le doy las gracias, Manuela. Le pediría que me dijera unas palabras más, a modo de despedida.
- ¿Y qué quieres que te diga?
- Si no a mí, a su nieto.
- Yo a mi nieto le deseo todo lo mejor. Le diría que le deseo una vida plena y el libertad. Le diría que se deje de política, que la política ha hecho mucho daño y solo trae dolor y muerte. Le diría que se reuna con su Marcela, fíjese que chica más lista, y su nombre me recuerda un poco al mío. Pues le diría que se reuna con ella y que se vayan a algún lugar tranquilo lejos de bandos y fronteras, y que crien a sus hijos y sean felices, como mi Carles y yo no pudimos. Que solo hay una vida y se acaba en un santiamén.
- Muchas gracias, Manuela. Gracias por su vida. Sepa usted que no pasó por el mundo desapercibida, que fué una mujer joven, guapa, valiente, y optimista.
- De nada, zalamero.
Y esto ha sido todo por ahora. Recordad que si tenéis alguna sugerencia para próximas entrevistas, podeis comunicárnosla a través del Twitter de @TabarniaRadio4G. Os recuerdo también que nuestras entrevistas se estrenan días después en Youtube en forma de vídeos. Y dicho esto, os espero próximamente con nuevos "encuentros en la tercera frase".
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